En mi balcón dice "se vende". O decía. Bueno, en realidad el cartel aún está, pero no debería. Porque ya no tiene función alguna. Porque ha cumplido su cometido.
Porque han vendido mi casa.
Entiéndase "mi" en el sentido amplio y no jurídico del término.
Ale, que nos desahucian. Y en vez de quemarme a lo bonzo (siento que tengo que pedir disculpas, de nuevo, por el cinismo), pues he decidido compartir en ese Txokito tan mío una de mis cosas favoritas que tenía en reserva y que viene ahora muy a cuento. Mejor dicho, a canto. A cuento cantado, en realidad. Sí, eso es.
Vamos, que lo que quiero enchufar es unos bertsos.
Bertso (definición propia): Dícese del poema improvisado, cantado y rimado, respetando una estructura determinada, en euskera, que constituye una manifestación cultural de primerísimo orden, y cuya cosmogonía (historia, técnicas de creación, normas, personalidades destacadas de este arte...) me tiene desde hace tiempo en perpetuo y creciente estado de fascinación.
Los bertsos que quiero dejar en el Txoko son la espontánea creación de Jon Maia (bertsolari, cantante, escritor, director de documentales y sí, también el coautor de la canción que puse en esta otra entrada: es el majete que sale cantando al principio del segundo video), con ocasión del concurso de bertsolaris a nivel de Euskal Herria de 2009. Es un súper acontecimiento que se celebra cada cuatro años. O sea, que estoy de suerte, porque éste toca otra vez. Y digo que estoy de suerte porque guardo un recuerdo muy especial de la anterior edición: en gran medida, fue la responsable de sembrar en mí la semillita de esta afición. Además (y esto ya lo cuento en plan extra), fue una edición de cierta relevancia histórica: la edición del relevo generacional y de la "conquista" de la mujer de su estatus como bertsolari, personificada en la ganadora de 2009, Maialen Lujanbio.
Regresando al tema que me traía aquí. Escuché por primera vez estos bertsos de Maia en un programa de radio. Y me hicieron llorar. No hay como ponerme triste para que coja un cariño horroso al causante de mi tristeza, así que localicé el audio y la transcripción, y me los aprendí de memoria. En el colmo de la cursilería, hace no mucho, incluso aventuré una versión en castellano de los mismos.
Situémonos. Imagínate que estas en pie ante unos cuantos miles de personas. Que viene una moza y te dice que tienes que improvisar un poema, en ese momento, para toda esa gente. Y te dice que tienes que ajustarte al siguiente tema: "Estás en el balcón de tu casa, y estás poniendo el cartel de "SE VENDE"". Ale, ¡venga, pues!
Pues bien, esto es lo que salió de la cabeza, el corazón y la boca de Jon Maia.
Y esta es mi versión en castellano, que comparto con miedo de que se juzgue el arte del bertsolari en relación con mi pobre interpretación, pero que creo que puede ayudar a hacerse una idea, a los no euskaldunes, de lo que se cuece cuando se habla de bertsos. He dado menos importancia a la literalidad de la traducción que al respeto de la métrica y la estructura elegida por Maia para componer este pedazo de creación, repito, espontánea.
me consume cada día. Mi vida desaparece.Sé bien que ya no me oyes, y que no volveré a verte,pero de tu grave risa, resuena el eco en mi mente.La casa guarda tu aroma; la casa juega y me miente.Estás grabado en sus muros, pero no puedo tenerte.En el balcón de esta casa, ¡maldita sea mi suerte!En vez tus flores rojas, pongo el cartel de “se vende”.
Suya era la alfombra roja y el edredón de la cama.
Montó las estanterías y el mueble para la sala.
Cada vez que abro la puerta, me espera un triste fantasma.
Nunca lo habría creído cuando compramos la casa.
El cáncer abrió esta brecha, una herida que aún sangra.
Tengo que huir del recuerdo y del dolor de su falta.
Lo supe desde el principio; por fin lo digo en voz alta:
Vacía y fría la casa. Vacía y fría mi alma.
Un hogar no está compuesto de ladrillos y cemento.
Un hogar es lo que viven quienes lo gestan por dentro.
En los pasillos me pierdo, camino con paso lento.
Recuerdo cada caricia; recuerdo cada momento.
Por eso hoy, ya vencida, detenido nuestro tiempo,
he recogido su ropa y lanzo sus flores al viento.
Mi balcón dice “se vende”, pero apenas lo lamento.
Quiero que quien me lo compre pueda vivirlo contento.
Pues eso, agradeciendo en el alma que las circunstancias de nuestro abandono sean mucho menos trágicas, yo también quiero que, quien la haya comprado, sea feliz en ella.
"Zer egingo dut, bestela?"
"Zer egingo dut, bestela?"